Paracaidismo: Saltando al vacío.


Si bien el paracaidismo es un deporte seguro, es precisamente el miedo que genera lo que lo hace una experiencia tan atractiva. Después de todo, saltas al vacío desde un avión a varios miles de metros de altura.

Según las estadísticas, la probabilidad de un accidente mortal en principiantes es de 0,001%. Un dato favorable para quienes se aventuran a intentarlo.

Aquí cuento cómo cumplí mi sueño de volar sólo.


¿Por qué vivir el riesgo?

Porque vivir nuevas experiencias alimenta el alma. La curiosidad por conocer distintas perspectivas ha guiado gran parte de mi camino.

Había saltado en tándem antes y fue alucinante. Saltas con un instructor, amarrado con un sistema de doble arnés y, a pesar de la seguridad total, tiene un alto nivel de adrenalina y una serie de emociones únicas.

Esta vez, la curiosidad me llevó a tomar el curso de paracaidismo para que me dejaran saltar solo.

Consiste en 8 saltos: 2 tándem, 3 asistidos, 2 acompañados y 1 completamente sólo.

Entendía los riesgos y establecí un pacto personal: 8 saltos y ni uno más. Quería probarlo pero no viciarme, ni menos dedicarme.

Tras un proceso de investigación, documentación y pago, comencé el entrenamiento en Skydive Andes.


El curso

Comienzas con una clase de 4 horas para estudiar y repasar todos los detalles: historia, física, geografía, equipamiento, procedimientos, y todas sus reglas.

Recuerdo que cuando repasamos los posibles problemas y sus protocolos de emergencia, se me apretó fuerte la guata. Fue la única vez que dudé de lo que estaba por hacer.

Afortunadamente, tienes un instructor que es tu guía y te acompaña a través de toda la iniciación, en cada etapa y cada maniobra. Es importante que logre conocerte bien e identifique los aspectos que más te cuestan, para trabajarlos responsablemente y a tiempo.

Para finalizar la parte teórica, haces un test para validar que sabes todo lo necesario y minimizar cualquier riesgo posible.


La espera

Practicar paracaidismo requiere paciencia, un factor crucial para manejar el estrés.
Pasas mucho tiempo esperando.

Es también una oportunidad para conocer a la apasionada comunidad que convoca y aprender de ella.

En un dia normal de saltos, pasas 8 horas en el centro y la cantidad de saltos depende de tu nivel. Al principio, 2 o 3 saltos al día sería un máximo, e irán aumentando con el tiempo y la experiencia.

Un día concurrido, el avión despega 15 veces al día y puedes saltar cada 2 vuelos.

Es una espera vibrante.

Hangar donde se preparan todos los equipos.

Tu equipo consta de: paracaídas principal y de reserva, arnés, casco, altímetro y antiparras.


Los 8 saltos


Salto #1

Fui lleno de confianza.

Era en tándem y me lo había pasado estudiando para saltar sólo.

Sin embargo, resultó ser mi peor salto.

De 4 instrucciones muy simples, fallé en 2.

  1. Tenía que tocar el pilotín que libera el paracaidas y compensar el movimiento con el brazo contrario para no girar. Lo había practicado 20 veces abajo, y aún así, moví un brazo y no el otro, lo que me hubiese desestabilizado y echo girar sin control.
  2. No estiré la cabeza hacia atrás como debía y había practicado muchas veces. Cómo llevas un altímetro en el brazo, debes girar la cabeza cada 10 segundos y en vez de volver arriba, giraba el cuello hacia abajo.

Fue una lección que me marcó.

De aquí en adelante tenía que merecer mi libertad de paracaidista.


Salto #2

Empezaba a entender y aprender cómo funcionaba.

Esta vez estaba preparado y quería estar a cargo de las maniobras.

Hay señales que te calman y otras que dan pánico.

Aunque son bajas, pensar en las probabilidades y cantidad de variables, aterra.

Sin embargo, el profesionalismo y la serenidad de los instructores te dan total seguridad.

Esta vez salió perfecto:

  1. Saltamos.
  2. Posición de caída.
  3. Chequeo de altura.
  4. Vista hacia el horizonte.
  5. Prueba de pilotín.
  6. Rotaciones menores hacia los lados.
  7. Apertura.
  8. Chequeo de equipo.
  9. Reconocimiento de zona de aterrizaje.
  10. Acercamiento.
  11. Y tocamos suelo.

Ahora venía una larga espera con ansias por desbloquear mi primer salto.


Salto #3


Mi primer salto sólo. Salida asistida pero apertura y aterrizaje por mi cuenta.

Estaba tranquilo y confiado.

Las pulsaciones en mi reloj marcaban 60 y mi mano no tiritaba.

En mi cabeza repetía las indicaciones una y otra vez.

Había repasado y practicado 100 veces la hazaña en tierra.

El ejercicio de este salto consiste en estabilizar la caída, abrir a tiempo y aterrizar sólo.

Saltas sólo pero el instructor te toma del hombre y pierna para ayudarte a controlar el descenso.

Como en todos los saltos, subes hasta 13.000 pies (4 kms) de altura y debes usar cinturón hasta los 1.000 pies. Desde ahí, en caso de falla técnica, debes saltar por tu vida.

El avión llega a la altura, apunta hacia el oeste 200 km/h y abren la puerta.

Quedan todos esperando la señal.

Ponen la luz verde, comienzan a saltar todos por turno y desaparecen por la puerta hacia el vacío. En ese vuelo éramos unos 20 paracaidistas.

Llega tu turno, te acercas a la puerta y es el momento determinante.

3, 2, 1… ¡A volar!

Todo pasa muy rápido, el ruido te desconcentra y la posición de caída no es fácil.

Tu cuerpo comienza a caer con un remolino de emociones.

El aire fluye a través de tu cuerpo, como cuando sacas el brazo por la ventana del auto.

Puedes moverte sin mucha fuerza.

El instructor va corrigiendo tu postura y los errores:

  1. No subí la vista la vista al horizonte y me demoré en estabilizar.
  2. En vez de girar la cabeza hacia el altímetro, acerqué mi brazo a mi vista y generé un movimiento innecesario.

Vas recuperando el aliento de a poco.

En eso que ha pasado revisas la altura, y casi estás llegando a la altura de apertura: a 6.500 pies abrimos los primerizos y a 4.000 los pro.

Tomas el pilotín, tiras fuerte y se abre el paracaídas.

Este momento es crucial. Cruzas los dedos, los pies y el alma para que se abra sin problemas.

Te detienes de la caída libre y viene una lluvia de emociones indescriptible. Estás volando sólo, colgando de las líneas sujetas a la vela del paracaídas, miras a tu alrededor y te sientes diminuto.

De ahí, es sencillo descender y aproximarse a la pista de aterrizaje, aunque uno pierde las proporciones y el sentido de la velocidad, por lo que debes ser precavido e ir hiper concentrado.

El instructor te guía por radio y vas jugando con el paracaídas para llegar a una velocidad controlada.

A 5 metros del suelo, tiras fuerte los frenos, levantas los pies a 90 grados y buscas aterrizar suavemente, al principio sentado y después parado como los expertos.

Pisas tierra firme, pasan 5 segundos y ya quieres otro más.


Salto #4


De nuevo, salida del avión asistida.

Ejercicios de rotación en ambos sentidos, corrigiendo con los brazos.

Pruebas de pilotín sin problemas.

Al caer, el instructor me soltó unos segundos para ver cómo me estabilizaba.

Sentí la sensibilidad de la postura y cómo cada movimiento influía en mi posición de caída.

Pude caer sólo sin girarme, pero no me dió más que unos segundos de libertad.

Abrí el paracaídas y aterricé sin problemas.

El objetivo era ir demostrando que estaba dominando el vuelo para que me dieran más permisos y más libertades para volar.


Salto #5


Tercer salto sólo.

Salida asistida, de espalda.

Tenía que marcar la posición de caída para estabilizar y controlar.

Estaba aprendiendo rápido.

Hicimos ejercicios de rotación y salió todo bien.

Hace un leve movimiento con el brazo y todo tu cuerpo gira, y el planeta también.

Para un lado, para el otro.

Siempre consciente de la altura.

Entre más saltas, hay menos estímulos nuevos y vas controlando mejor lo que ocurre.

Abrimos paracaídas, hice la aproximación a la pista y logré aterrizar caminando.

Botas el paracaídas lo más ordenado hacia un lado, para luego recogerlo y caminar de vuelta al hangar.

Vamos por otro.


Salto #6


Primera salida sólo.

Sin que nadie te toque, pero con el instructor siempre a la vista.

El momento de salir del avión es una adrenalina cruda, la respiración se detiene mientras te asomas al vacío.

El viento te golpea en la cara con la velocidad del avión.

El instante en que saltas, te desprendes de la seguridad del avión.

Este salto era por mi cuenta.

El viento zumba en tus oídos, todo lo que puedes escuchar es el rugido de la velocidad y tu propio corazón palpitando.

Después de un eterno minuto de caída libre, llega el momento de abrir el paracaídas.

Tiras la manilla de liberación, sientes la sacudida, y viene el tirón que indica que tu paracaídas principal se ha desplegado correctamente.

En ese instante, el ruido del viento se silencia y sientes una paz sobrecogedora en medio del cielo.

Estás planeando, moviéndote suavemente en el aire, viendo el paisaje desplegarse debajo de ti en una vista panorámica.

A medida que te acercas al suelo, te concentras en el aterrizaje, en cómo tus pies tocarán la tierra de nuevo.

El último empujón es el aterrizaje, un instante de intensidad mientras controlas tu velocidad y dirección para asegurar una llegada segura y suave.

Aunque has aterrizarado varias veces, tu cuerpo recupera su firmeza contra el suelo y todo se vuelve real de nuevo, el salto ha terminado, pero la euforia de la experiencia perdura.

Lo único que quieres es comentar cada detalle del salto y ver los videos para seguir aprendiendo para el siguiente salto.


Salto #7


Había llegado el momento de hacerlo completamente sólo.

Paracaidista con libertad condicional.

3 instrucciones simples:

  1. Salta como quieras.
  2. Velocidad máxima al norte, cuenta hasta 10 y frenamos.
  3. Controla, abre y nos vemos abajo.

El vídeo describe muy bien este salto. Fue soñado.

Salió perfecto y me lo gocé.

Salí del avión haciendo frontflips.

Controlé marcando la postura de caída.

Tocaba la hazaña de James Bond.

Giro hacia el norte y aplicar la postura de velocidad.

En caída vertical vas a 200 km/h, pero acá alcanzamos 250 km/h sólo por bajar los brazos.

Seguramente no fueron 10 segundos exactos, pero después de disfrutar ese rato frené y seguí cayendo vertical.

Misión cumplida: Lo había dominado.

Abro, aterrizo y toco el suelo.

Mi alegría no podía ser mayor.


Salto #8

Fue sustancialmente superior a los anteriores.

Te despides de tu instructor en tierra firme y te transmite la seguridad de que estás listo.

Subes sólo está vez. Vas por cuenta propia.

A esta altura, ya conoces a varios de los paracaidistas y están contentos por verte graduar.

Este salto es para disfrutar y para comprobarte a ti mismo que eres capaz de lograr lo que sea.

Llevas un estrés contigo que lo terminas por dominar y le agarras el gusto.

Siempre tranquilo, respiras conscientemente, sigues los protocolos y te acercas a los 13.000 pies que ya te son familiares.

Esa subida repasé mucho mi vida y el por qué estaba haciendo esto.

Fue una tremenda terapia y pausa para mí.

Una vez más, llega tu turno: 3, 2, 1 y a volar.

A los pocos segundos sabes que no hay peligro.

Sin instrucciones, el tiempo pasó mucho más lento.

La sensación de caída libre es indescriptible, como si flotaras y cayeras a la vez, con cada segundo pareciendo una eternidad.

Era totalmente libre.

Podía girar en todos los sentidos y estabilizar sin problemas.

Backflips, frontflips, barrels, una y otra vez.

Volvía a mirar mi altímetro y cómo nunca, tenía mucha holgura con la altura.

Al no tener que cumplir instrucciones y hacer ejercicios guiados, el tiempo sobraba y el límite era mi creatividad.

Experimentaba las mismas emociones, pero las controlaba.

Fue un sueño cumplido.

Y fui sólo está vez, nadie lo grabó ni lo vió y quedará en mi memoria para siempre.


¿Lo haría de nuevo? Sí, pero respetaré mi pacto personal. Al menos por un buen rato.


¿Lo recomiendo? Depende de tus intereses, pero definitivamente es algo único que sacará lo mejor de ti. Empieza por un tandem y prueba si es lo tuyo.


Si estás interesado o quieres saber más, escríbeme.